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Zsa Zsa Zsu

Cooling down

Cooling down

Fin de semana movidito donde los haya. Son días como estos en los que me doy cuenta de cuánto aprecio el hecho de poder oir únicamente mis pensamientos retumbando en mi cabeza al menos durante un par de horas diarias. Me encanta tener un rato cada día para recapacitar lo acontecido durante él, para repasar cada decisión tomada, cada conversación mantenida, cada mirada encontrada, cada escena grabada en mis retinas durante una décima de segundo. Y ayer lo valoré más. Tocaba tomar una decisión bastante importante en mi vida, bueno, al menos una que yo considero importante, y es que tras 3 años juntos, me despido de él, para siempre. Adiós a mi Golfito. Llevaba planteándomelo muchísimo tiempo pero no me atrevía a decirlo en voz alta no fuera a ser que mi voz airease las opiniones “silenciosas” de otros. Supe desde el martes que se acercaba el final, nuestro final. Y por eso, ayer sábado estuve más conformista que peleona, que es mi estado normal. Dicen los que me conocen que me levanté silenciosa, poco sonriente y nada comunicadora. Ya antes de tomar la decisión, aún teniéndola preparada, la guardé y no dí demasiadas pistas a quienes me rodeaban. Estaba como se dice “numb” o sea, inconsciente, falto de sentimientos y sensaciones. Pero tomé la decisión. A la 1 menos diez del mediodía llamé y acepté la oferta que me planteaban. Coche nuevo. Ahora comienza otra cuenta atrás que finalizará cualquier día de septiembre, el que yo elija. Ese día, iré con mi Golf, lo llevaré como se merece, luciéndose y presumiendo por lo bien que se ha mantenido durante estos años, y volveré, con un nudo en la garganta, unas lágrimas furtivas en mis ojos y la mandíbula totalmente dolorida por la presión que supone conducir un trayecto tan “largo” con un coche que aún no sientes como tuyo y que sabes que no se parece ni por asomo a tu coche.

¿Por qué a veces la decisión correcta es la que menos feliz te hace? ¿Cómo sabes si es la mente o el corazón el que en ese momento tiene la razón? ¿Por qué sé que habrá gente me tachará de materialista por tener comprar un coche nuevo y no me valorarán por ser la persona que más ha querido y mejor ha conservado un coche que casi todo el mundo habría tirado hace tiempo?

A veces pienso que si me hubiese comprado el coche justo después de salir de la autoescuela, no habría sentido pena por el que ahora estoy apunto de retirar. En estos momentos, recuerdo cómo empezó todo: mi madre acababa de comprar otro, bastante superior al Golf y no quería deshacerse de él. Me dijo: voy a comprar otro coche y no quiero llevar al desguace al Golf, necesito que aprendas a conducir. Y ahora me siento como el verdugo. La mala de la película. ¿Soy la mala o es que me hacen serlo? Te dan un coche de más de 15 años y te dicen, “para ti”. Lo coges cariño, lo tratas mejor de lo que había sido tratado hasta el momento pero luego, te deshaces de él. Si en vez de un coche, fuese una persona, creo que ahora mismo me odiaría.

Lo mire como lo mire, me siento mal. Intento pensar que gracias a él, puedo avanzar. Al final, este coche no sólo me lleva a todas partes, sino que “muere” por mí. Sino, que se lo digan al plan Renove.

Pues bien, todo esto estuve yo pensando de camino a casa. Claro que hay veces que una prefiere no pensar en ello hasta que no le queda otro remedio y por eso, tras regresar a casa y comer, me fui a la playa. La compañía estuvo bien, casi logró que no me sintiera culpable y que al menos durante un par de horas me olvidara del asunto y estuviera mentalmente más abierta al que en septiembre se convertirá en mi nuevo amigo. Espero que estemos juntos tanto como este ha estado en mi vida.

Ahora es momento de respirar, aceptar la decisión tomada. Creo que es la acertada. Espero que sea la acertada.

 

My never-ending To-Do List

My never-ending To-Do List

A menos de un mes para las vacaciones y este verano, se presenta más interesante que nunca. Supone un viaje único hasta el momento, un aprendizaje no sólo cultural, sino también personal. En una palabra, crecimiento.

Parece mentira lo rápido que ha pasado el tiempo. Si parece que fue ayer que reservé el viaje y resulta que echando la vista atrás, ya han pasado cerca de 3 meses. Claro que también parece que fue ayer cuando entré en primero de carrera y de eso ya han pasado la friolera de 8 años. 8 años que si no fuera por los últimos cambios que he sufrido en los últimos 3 meses, bien podrían haberse resumido con el título del libro de Nuria  Roca: Los caracoles no saben que son caracoles.

Pues sí, en estos 3 meses, me siento más renovada. Tengo la mente más abierta a la vida y estoy perdiendo el miedo a abrirme a ella. O eso creo. Yo y mi manía de no agarrarme a lo bueno que la vida me ofrece. Muchas veces pienso que esto se debe a que durante tantos años, personas, bueno, no personas, sino malas personas, me hicieron creer que yo no merecía que ninguna cosa buena me pasara. Y yo, que tan inmune a sus críticas y desaires me sentía, sin saberlo acabé por pensar que razón no les faltaba. Así acabé, infravalorándome, sintiéndome completamente ciega ante mis virtudes, luchando cada día hasta sentirme merecedora de la amistad, simpatía y amor de alguien. No les culpo totalmente del asunto, pues no nací precisamente con gran autoestima, pero nunca está bien hacer leña del árbol caído y eso es precisamente el punto fuerte de muchas personas.

Ironías de la vida: no me cuesta nada admitir que todos tenemos virtudes y defectos. Aprecio a la gente por ello. Lo que me cuesta es admitir que yo tengo virtudes. Por eso, cada día lucho por intentar ser mejor persona, acercarme a la perfección, cuando sé que es imposible. Esta actitud me nace sobretodo, los días en los que ni yo misma me tolero. En esos días, es cuando me pregunto: si yo no me soporto, ¿cómo podría alguien soportarme? ¿Estoy dispuesta a que alguien me conozca y vea todos mis defectos? ¿Existe esta persona? ¿Podría alguien hacerme sentir especial? En estos momentos y a pesar de todo lo que he avanzado y mejorado, aún siento que no soy capaz de dar este paso, darme a conocer. Hace unos años, una amiga me decía: “uno aprende a quererse a sí mismo cuando ve que alguien le ama tal y como es. Desaparecerá tu falta de autoestima cuando eso te suceda.” Yo entonces, pensé para mí que no entendía cómo alguien que no se da a conocer por miedo a que otros piensen que no vale la pena, puede llegar a descubrir qué es ser amado. A día de hoy, me hago la misma pregunta. Es cierto que he roto muchas barreras, que he perdido el miedo a muchas cosas, pero sigo sin mostrarme tal y como soy. Sigo sin querer que otros vean mis verdadero yo. Supongo que ésta es una de las principales trabas con las que me encuentro. Esa y sobretodo, descubrir que alguien sí siente algo por ti y que por miedo, en el último momento, has puesto tierra de por medio a lo que podría haber supuesto el fin de todo lo que hasta ahora has tratado de finiquitar.

Mis asignaturas pendientes siempre son las mismas. Llevo repitiendo los mismos cursos desde que me dí cuenta del problema. Por primera vez, siento que puedo acercarme al aprobado, aunque muy raspado.

 

I have a dream

I have a dream

Pues sí, se acerca el verano. Y con él, los finales de curso. Yo hace tiempo que debiera haberme olvidado de ellos, pero se ve que soy una sentimental y por eso, desde el preciso instante en que me matriculé de francés supe que en el fondo, quería revivirlos.

La semana pasada tocó el examen final. He de decir que a pesar de ser más que veterana en este tipo de cursos, este año ha sido de traca. Me he sentido igual que un estudiante de la ESO. He tenido 2 exámenes de final de evaluación, 2 controles, 1 examen de libro de lectura, 3 exámenes de écouter (o sea, un listening pero en francés), 1 examen final (el final, final) y un examen oral. Teniendo en cuenta que el curso era todos los sábados de octubre a junio, lo que yo no entiendo es cómo hemos podido dar materia con tanto examen de por medio...

Bueno, a lo que iba: el caso es que ese día, el del examen final, mientras esperaba junto a unas compañeras del curso a que nos llamaran para entrar a hacer el examen oral, charlábamos de lo más animadas acerca de lo que nos había parecido el curso en sí. En ese momento, me dí cuenta de que hay gente que consigue agobiarse aún más que yo y que tiene aún más habilidad que yo para darle importancia a auténticas tonterías. Me explico: yo me agobio por todo. Pero por todo, todo. Y cuando digo que me agobio, es que lo sufro de veras. No duermo, no tengo hambre, no dejo de darle vueltas a la cabeza... vamos, de manicomio. Y lo peor de todo, es que casi siempre es por cosas que no merecen la pena. Pero desde luego, un curso de francés, por mucho que yo crea que es útil y que le dé importancia, no consigue quitarme el sueño y menos un examen de ese tipo. El caso es que ese día, yo vi para mi sorpresa que era la única que pensaba que tener un examen de francés en una academia de idiomas, era una auténtica tontería. Hubo personas que asemejaron el curso a ¡volver a la universidad!. Dijeron que volvían a tener pesadillas en las cuales suspendían y tenían que repetir curso y que no acababan nunca y... chatachán, una de ellas, incluso confesó que volvía a tener pesadillas con que iba a clase sin ropa, o sea, ¡tal y como vino al mundo!. Yo aquí me alarmé, más que nada, porque no encuentro la conexión entre suspender un examen e ir a clase sin ropa... Lo peor de todo eso, es que varias personas asintieron. Comentaron que a ellas también les pasaba. Bueno, para mí aquello ya fue alarmante.

Menos mal que a la salida del examen y tras entrar en tiendas de ropa para alejar de mi el aura de estudiante y el dolor de cabeza que tenía, me di cuenta de que yo realmente, nunca he sido mala soñadora. No sé, siempre tiendo a soñar cosas inocentes e ingenuas, tales como que puedo volar, que estoy de vacaciones, que acudo a una boda, que conduzco un coche yo sola (esto era cuando ni siquiera me había sacado el carnet)... a lo que voy es que no suelo soñar cosas “feas”, ni tener pesadillas ni...  

Por otra parte, no suelo recordar qué es lo que he soñado, pero reconozco que hay días en que me levanto con un cosquilleo en el estómago y una leve sonrisita idiota, otros en los que me levanto angustiada y sobre todo, triste, muy triste y días en los que misteriosamente me levanto normal y de repente, cuando veo a una persona, noto que estoy disgustada con ella. Hago memoria y por fin, recuerdo que esa persona, aparecía en mi sueño y que en él, me enfadaba con ella.

Lo que son los sueños. Nunca dejaré de asombrarme del poder de la mente. Lástima que la tengamos tan desentrenada.

 

Just say Hi

Just say Hi

El martes, durante lo que yo llamo “Paseo perruno”, iba totalmente abstraída en mis pensamientos mientras escuchaba algo de música. Era uno de esos momentos en los que si te preguntan que qué música estás escuchando ni lo sabes. En mi regreso a casa, divisé a lo lejos dos chicos jóvenes. Al cruzarnos, uno de ellos me miró y saludó. Yo me quedé pensando en si le conocía, pero luego me dí cuenta de que es costumbre cuando vas por el monte saludar a todo aquel que te cruzas. Este es un hábito que nunca he entendido, pero que me llevó a dejar vagar mi mente y analizar un poco la costumbre de saludar.

 

Para ser sincera, reconozco que nunca se me ha dado bien expresar mis sentimientos de afecto. Me refiero a cosas como dar un abrazo, un beso, unas palmaditas en la espalda, pasar el brazo por los hombros a alguien o incluso tocarle un momento con el dedo índice para llamar su atención por algo. No sé explicar muy bien la razón. Se podría pensar que soy tímida y que no tengo la suficiente confianza con esa persona, y sin embargo, seguiría sin poder asegurar porqué a pesar de tener tanta confianza en algunas personas, sigo sin tocarlas. Después de muchos años, creo que sólo hay dos razones por las cuales no demuestro cariño a través de estos pequeños gestos. La primera es porque me vuelven vulnerable ante las personas. Una muestra de afecto, significa que tienes sentimientos positivos hacia una persona y, de alguna manera, dejas la puerta abierta a que esa persona los vea y, por consiguiente, pueda utilizarlos. Nunca me ha gustado la idea de demostrar debilidad por algo o por alguien. Me vuelve vulnerable y me hace temer que tal vez un día, eso se utilice en mi contra para hacerme daño. La segunda de las razones, creo que es consecuencia de la primera. Me he “vallado”. No me gusta que nadie entre en mi espacio personal. Yo lo imagino como una burbuja que me envuelve de manera invisible, protegiéndome de los demás. Así, se puede decir que no hago uso de las muestras de afecto ya que de alguna manera, considero que invaden el espacio personal de cada uno de nosotros y más aún si nadie nos ha dado permiso para invadirlo.

 

Cierto es, que a veces, por educación, una se siente obligada a dar besos y abrazos por doquier. En esas situaciones, soy como una tabla de rígida. Me he acostumbrado tanto a no dar muestras de cariño a gente que no es de mi círculo familiar más próximo que luego no sé darlas y temo que algún día, alguien lo note. Otras veces (y esto me molesta más que nada en el mundo), me he sentido obligada a dar besos a gente que acabo de conocer. Para mí, un beso es una de las mayores muestras de cariño que una persona puede dar y recibir. No tengo palabras suficientes para describir el sentimiento que debería embargarnos tanto cuando lo damos como cuando lo recibimos. Significa querer, sentirse querido. Significa una herida o una caída que ya no va a doler, significa un cuánto te he echado de menos. Significa un no puedo pasar un minuto sin acercarme a ti. Pero desde luego, lo que no significa es un hola, encantado de conocerte. Eso sí que no. Y si hay algo que de verdad me repatea, es tener que darlo cuando te presentan a alguien y todo, porque al menos, una de las dos partes, es chica. Vamos a ver, qué manía tiene la gente con no dar la mano ¿sólo porque soy chica ya te mereces un besito en la mejilla en lugar de un apretón de manos?. Conste que yo pongo en práctica el asunto de extender la mano cada vez que me presentan a alguien dentro del ámbito laboral. En el ámbito normal y corriente, ya he dado esta costumbre por imposible por escasa aceptación social. Aún así, la gente se empeña en intentar hacerme entender que un beso equivale a un saludo, y la verdad es que por mucho que insistan, no van a lograrlo. Ahora, para rizar más el rizo, se empeñan en que en lugar de un beso, sea un choque de mejillas. Pues vale, eso es como decir, te daría un beso en la mejilla, pero es que no te conozco, así que te las choco. Vamos, el no va más. Si quieres besar, besa y si no, alarga la mano, pero no hagas como que das un beso cuando no te apetece ni lo más mínimo. Esto me parece de una hipocresía total, pero desde luego, si es lo que la gente quiere en lugar de recibir mi mano, pues bienvenido sea. Prefiero mil veces eso, a tener que besar a desconocidos, porque para mí, saber el nombre de una persona no es “conocerla”.

 

Breaking the habit

Breaking the habit

Hace ya un tiempo que nos conocemos,aunque en un principio, sólo era de vista. No obstante, sólo hace 2 años que empezamos nuestra relación:

 

Yo por entonces, acababa de empezar en ese mundo tan complejo y no tenía ninguna experiencia. Él, ya llevaba unos años. Poco a poco, comencé a perderle el miedo a estar a solas con él. Él, todo hay que decirlo, siempre era paciente conmigo y aceptaba mis miedos, inseguridades y fallos sin rechistar. De alguna manera, no logro comprender porqué, siempre ha tenido la capacidad de aceptar a los demás silenciosamente, sin juzgar.

 

Sin embargo, todo hay que decirlo, nuestra relación siempre ha tenido sus altibajos. Al principio era yo quien con mis miedos, pensaba que no estaba hecha para esto. Luego, conforme yo maduraba, sentía que él iba perdiendo la llama, la fuerza para seguir adelante. Según opiniones de muchos, lo mejor era haberle dejado marchar. Pero yo me encabezoné. Conocía su naturaleza y hasta cuánto era capaz de aguantar cuando las cosas se ponían feas. Además, tampoco es que por aquél entonces nos viésemos lo suficiente como para juzgar si esta relación era lo suficientemente débil como para romperla o lo suficientemente fuerte como para continuar.

 

Yo no me sentía capaz de estar con nadie que no fuese él. Él ya me había demostrado que podía salir de los golpes que recibía sin apenas un rasguño. Y eso que por aquel entonces, seguía sin atreverme demasiado a estar a solas con él. Siempre durante períodos cortos y en lugares que yo conocía. La cuestión era que sentía ese cosquilleo cada vez que le veía y, aún me daba vueltas el estómago cuando nos despedíamos.

 

Envidiaba las otras parejas que yo veía. Las envidiaba porque sentía que por mi culpa, los dos aún no habíamos llegado a ese punto en la relación y era cuestión de tiempo que él se cansase de mí.

 

A lo largo de estos 2 años, hemos aprendido a comprendernos el uno al otro. Cuando estoy con él, ya no me siento insegura, ya no me siento como al principio, que pensaba que me iba a abandonar cuando menos lo esperase. Ahora nos vemos todos los días. Cuando la gente nos ve juntos, ve la química. En esta última semana, he descubierto que por fin somos una de esas parejas que tanto envidiaba. Siento que nadie como él va a conseguir lo que él ha conseguido, que me sienta segura a su lado, que sepa que con él estoy protegida y que pase lo que pase, tengo que estar tranquila, pues siempre vamos a salir adelante. Juntos.

 

Mis padres me dicen que él no es para mí. Que debo olvidarle, que son muchos años de diferencia y, que yo merezco a alguien más acorde a mí. Yo les digo que no, no puedo. Ahora que nuestra relación está en el mejor punto en el que ha estado desde que empezamos. Por fin, viéndonos todos los días, comprendiéndonos el uno al otro. Y sabiendo que ninguno de los dos estaría bien sin el otro. No sé si podría abandonarle. Sé que él no es para mí, y yo sé que el sabe que no es para mí, pero estamos tan bien juntos, que no me imagino mi vida sin él. Sé que es el momento de avanzar, de mirar hacia delante, de pensar en buscar un futuro más prometedor con alguien más acorde a mí, pero es que es tan fácil estar con él. Sé que todo lo he él me ha dado ya, es lo único que me puede ofrecer. Sé que de aquí, no podemos ir a más, pero con esto me conformo. No sé durante cuánto tiempo, pero me conformo. Me conformo con nuestros silencios, me conformo con nuestros ruidos.

 

Hasta que uno de los dos ya no pueda. Esta es una lucha por ver quién aguanta más. Mucho tendría yo que madurar y cambiar para que me viera obligada a renunciar a él. Él creo que eso lo tiene mejor. Pero no se lo voy a poner fácil.

 

Zsa Zsa Zsu.

 

PD: ayer lo llevé a lavar y, de paso, lo enceré. Ahora mi Golf de segunda generación reluce como si no hubiesen pasado los años. Hay que ver cómo sudé hasta sacarle el brillo como se debe y todo porque la cera roja que he comprado en sustitución de la anterior, cuesta muchísimo quitarla... ¡vaya compra que he hecho! Aún así, 18 años y sigue en pie. Como un campeón. No muchos pueden presumir de lo mismo.

 

 

Same old, Same old

Same old, Same old

El jueves, me escapé un ratito del trabajo para ir a la universidad a recoger el título. No tardé demasiado, 1 hora desde que salí de la oficina, pero fue una hora llena de “recuerdos reencontrados”:

Salgo de la estación de metro, veo el bar que yo llamo “De los Simpson”, con los muñequitos de toda esta familia. Vuelvo a recorrer la interminable calle hasta llegar a la universidad. Me apresuro como siempre, para conseguir pasar el semáforo ese que tiene una isleta para los peatones en medio de dos carreteras. Corro como una loca para cruzarlo entero, pues con bastante frecuencia me quedo en el medio, a la espera de que se vuelva a poner en verde mientras lanzo juramentos por nunca alcanzar de un tirón la otra acera.

Llego a Lankopi, observo su apelotonamiento de estudiantes ansiosos por sacar las fotocopias. Paso el subterráneo, donde al oír los acordes de una guitarra, vuelvo a tener en mi mente la imagen del cantante de voz cascada que tanto me recuerda a Joaquín Sabina. Él sigue allí, con su sonrisa amable y su aspecto de “dejado” contrastando con su alegría cuando alguien le echa un cigarrillo o unos centimitos en la funda de su guitarra. Siento envidia de la buena por no ser capaz de conformarme y ser tan feliz con tan poco tal y como él lleva haciendo desde que nos conocemos. Me pregunto si será capaz de recordar las caras de los estudiantes que suelen pasar por allí todos los días y, si en algún momento, fue capaz de memorizar la mía. Yo la suya ya la tenía olvidada. Han sido los acordes de una guitarra sonando los que como un látigo, han obligado a mi mente a recordar.

Vuelvo a cruzar en rojo el último semáforo antes de entrar en la uni. Creo que no lo he respetado desde primero de carrera. Al ver mi facultad, echo un vistazo hacia las escaleras de la entrada, para ver si veo a alguien de mi clase haciendo pira o entrando a la par que yo. Pronto me doy cuenta de que va a ser un poco difícil.

Paso de largo y veo La Comercial. Niñas y niños bien, toda la pijería en acción. Barbies disfrazadas de estudiantes o estudiantes disfrazadas de Barbies, quién sabe. Miro las escaleras de La Comercial, y siento de repente el efecto “¿Está pasando algo ahí?”, que es lo que yo pienso cada vez que veo demasiada gente en esa zona. Como siempre, no pasa nada, simplemente son estudiantes que han decidido no ir a clase y están amontonados y hablando en pequeños grupitos.

Avanzo hacia el edificio principal, donde, justo a la entrada, un coche casi me atropella al salir del aparcamiento. El coche, es todo un cochazo, vamos, como siempre y, la forma de conducir, es vamos, la de siempre. La conductora me mira de mala gana como si yo tuviera la culpa de que casi me atropellara. Déjà vu.

Entro a secretaría general, me atienden con rapidez, ya que siempre han tenido los subdepartamentos como muy especializados y son bastante ágiles en todo. La encargada de los títulos me sonríe y tras darme el cilindrito azul, me desea suerte. En ese momento yo pienso que si dependo de tener este título en mano para encontrar trabajo, voy apañada. 5 años de carrera y 2 años y medio de espera para 5 minutos de trámites y un cilindrito azul con el sello de la universidad.

Salgo de secretaría. Más segura de mí misma por haber recordado todas estas cosas y dispuesta a seguir recordando más. Miro a mi alrededor. Carpetas azules de la universidad, cómo ansío tener una. ¿Por qué yo nunca he tenido? ¿No se repartían gratis a los estudiantes? Absorta en mis pensamientos y recuerdos, observo cómo un grupito de chicas se cruza conmigo. Yo miro sus carpetas, ellas miran el cilindro con el título que yo llevo en la mano. Tiene el mismo color que sus carpetas, inevitablemente se deduce lo que es. Me doy cuenta de que lo admiran y en ese momento, ya no me siento estudiante. Hace 5 minutos, podía haber pasado por uno. Al menos, así lo sentía, ahora, no.

Triste por el repentino descubrimiento, enciendo mi MP3. Ya no salto las canciones hasta encontrar una que me apetezca en ese momento. Voy pensativa y la música, sólo es un lejano murmullo. Busco en mi bolso mi móvil. Marco el número de la oficina y cuelgo al de 2 tonos. En medio minuto, mi móvil suena. Son ellos. Mis compañeros de trabajo:

Ellos: ¿Qué tal todo? ¿Ya vas a recoger el título?

Yo: No, ya lo he recogido, voy de vuelta.

Ellos: ¡Qué rapidez!. Pensábamos que llamabas porque te habías despistado por Barakaldo  y no encontrabas la boca del metro.

Yo: No, llamaba para decir que llego para comer. Quería que me esperaseis.

Ellos: ¡Jaja! Vale, ya sabes que siempre te esperamos. Además, si no tenemos sitio para ti, ya sabes que no nos importa compartir el plato...Venga, date prisa que te esperamos.

Yo: Chicos, ¿sabéis una cosa?

Ellos: ¿Qué cosa?

Yo: Ya soy como vosotros.

Se hace el silencio a ambos lados del teléfono. Ellos no entienden lo que yo acabo de decirles pues sólo parece tener significado para mí. Me despido y cuelgo.

De repente, me siento distinta.

 

Trick or Treat

Trick or Treat

 

Hoy he aprendido dos cosas.

 

Una de ellas, me la han enseñado sin querer, y, cuando digo sin querer es porque se les ha escapado. Yo la catalogaría como lenguaje de los chicos. Lección primera: La expresión es una chica maja no significa que la chica en cuestión sea maja maja. Cuando un tío dice esto y lo utiliza en un ambiente de tíos, lo que quiere decir es: va a venir una chica, la chica no es una belleza, pero bueno. O lo que es lo mismo, que la tía no es despampanante, es más, puede que no sea ni guapa (o lo que un tío quiera entender por guapa) pero al menos, no es una sosa. En el momento en que me he enterado de esto, me he cuestionado preguntarles si yo era maja, pero dado que él término lleva a confusión, no sabría decir si la respuesta es que soy maja (por simpática) o maja porque no soy guapa o....vamos, que me he abstenido de preguntar. Claro, que me gustaría saber qué entienden ellos por guapa, porque a lo mejor, donde quieren decir guapa, significa modelo o algo así...

 

La segunda, yo la veo bastante interesante. Viene del ambiente de los supermercados. Imaginemos que entramos a un súper y vemos que hay 6 cajas (de las de pagar evidentemente). La lógica, nos dirá que las cajas están numeradas del 1 al 6. Dejando a un lado ésto, proseguimos la compra y, de repente, oímos por megafonía: "Fulanita a caja 8, Fulanita a caja 8". No, no nos hemos vuelto locos. Si hay 6 cajas, se numerarán del 1 al 6 y no, en el transcurso de nuestra compra, no han añadido un par de cajas más. Entonces: ¿Es la de megafonía nueva? ¿Se ha equivocado? La respuesta es que no. Está más cuerda que otra cosa. Esta es la señal que se dan en los supermercados, para avisar de que alguien sospechoso acaba de entrar en el supermercado y por ello se ruega la máxima atención de los empleados. Atención tanto para evitar posibles hurtos como para proteger a los trabajadores. Es todo un dato a tener en cuenta.

La única pega que yo le veo es que si eres una trabajadora nueva, te llamas Fulanita y no tienes ni idea de que esa es la señal de atención, te veo aún buscando la caja 8... ¡buena suerte!

Está claro que cada grupo tiene su propio código de entendimiento. ¿Será Ewok? No creo, sino, lo entendería...jajajaja. Nada, aquí os dejo mi gotita de culturilla general, maj@s (ups, perdón).

 

Buying a book 101

Buying a book 101

 

El otro día, viniendo de francés, me detuve un momento en la librería que hay al lado de mi casa. El caso es que mirando por casualidad uno de sus escaparates, me dí cuenta de que había un libro cuya portada me recordaba sospechosamente a uno que me había leído hace no  mucho tiempo. Se titulaba Los gritos del pasado y es de una autora sueca que hace nada que ha entrado en el mercado español, gracias al rotundo éxito que ha tenido su primera novela, La princesa de hielo. El caso es que esta autora, ha escrito una serie de libros con los mismos protagonistas, y ahora, poco a poco, casi con cuentagotas, nos van llegando. A mí me encantó el primero, por su narrativa tan poco usual y, por supuesto, el segundo ya lo tenía a punto. Por eso, en el momento en que ví la portada de un mismo estilo que los anteriores, supe que tenía que entrar, a pesar de que fuese sábado, las dos de la tarde y... bueno, que tenía que entrar. Eso sí, con las prisas y la emoción por estar a escasos segundos de tener en mis manos otro ejemplar de esta autora (o eso pensaba, que no estaba segura), tuve la conversación más surrealista posible con dueño de la librería. Por suerte, me conoce de toda la vida y ya no se asusta de tan acostumbrado como está. La conversación fue algo así:

 

Yo: ¿Hola?

 

Él: Hola, ¿quieres algo?

 

Yo: Sí, un libro.

 

Él (mirándome como diciendo, bienvenida, esto es una librería): vale, ¿cuál?

 

Yo: Pues.... uno del escaparate.

 

Él (mirándome cada vez más divertido, pues había 2 escaparates y los dos llenos de libros): bien, pero ¿cuál?

 

Yo: pues, es que no he mirado el título, pero la portada es verde y es como el anterior, creo, pero la portada de ese era azul.

 

Él: ¿?

 

Yo: es que verás, la autora se llama.... bueno, no sé cómo se llama, bueno, sí lo sé pero no me acuerdo, pero creo que es sueca o... ¿finlandesa? ¿podría ser finlandesa?

 

Él: Eh...pues....

 

Yo (en un alarde de lucidez, me doy cuenta de que comprar algo, no consiste en dar pistas al vendedor, sino en decirle lo que quieres): mmm... es la autora de La princesa de Hielo y de otro libro más, Los gritos del Pasado.

 

Él (librero por vocación, menos mal): Ah, sí, te refieres a Las hijas del frío, el libro nuevo. Toma, aquí lo tienes.

 

Yo (aliviada por haber acertado tan sólo al ver el diseño de la portada) : sí, ese es, supongo. Es que verás, llevo meses intentando averiguar cuándo salía otro de sus libros. Entré incluso en su página web para averiguar si ponía alguna fecha en España, pero de repente, me dí cuenta de que no sabía sueco (es que una piensa que con sus 2 ó 3 idiomas, va a todas partes y...) y no entendí la información que decía en la página...

 

Él (con cara de decir esta tía, la pobre...): bueno, pues salió el jueves, así que no andas tarde.

 

De verdad, en otras circunstancias, me habría puesto roja como un tomate, pero me dio igual. Yo tenía mi libro en la mano y estaba tardando en empezar a devorarlo. Lo malo es que aún lo tengo encolado o en tareas pendientes como diría una que yo conozco. Me queda aún un libro de una autora que acabo de descubrir y cuyo nombre ni me sé y El fuego, el último libro de Katherine Neville, aunque creo que como es la continuación de El ocho, tal vez debiera releérmelo por si acaso...

 

À suivre.